Poder de los Monarcas


Metamorfosis: las monarquías europeas se adaptan y sufren menos que los políticos

En tiempos de alta volatilidad, las coronas supieron reconvertirse y ahora mantienen índices de popularidad por encima de los mandatarios
MIÉRCOLES 14 DE JUNIO DE 2017
Martín Rodríguez YebraSEGUIRLA NACION

MADRID.- La reina Isabel II ha muerto. Su hijo Carlos, anciano ya, sube al trono y constata que su opinión no cuenta para nadie. Se rebela. Por principios se niega a firmar una ley contra la prensa. Disuelve el Parlamento y Gran Bretaña se sumerge en un caos.

Así arranca El rey Carlos III, la provocadora ficción que estrenó el mes pasado la BBC apenas unos días después de que Felipe de Edimburgo, esposo de la reina, anunciara su retiro de la actividad pública, a los 96 años. Punzante, el drama enfoca dos dilemas que aquejan a la Casa de Windsor y a todas las coronas europeas: ¿cómo adaptar al siglo XXI una institución medieval cuya razón de ser es la resistencia al cambio? ¿Cuál es el aporte que aún pueden hacer a sus sociedades?

La reina de Inglaterra Isabel II

A los 91 años, Isabel II sigue el guión que se espera de ella: prudencia e imparcialidad. La crisis que enfrenta Theresa May después del fracaso de su estrategia electoral forzará a postergar el tradicional "discurso de la reina" de este año hasta que esté claro cómo será el próximo gobierno británico. Nadie mira hacia el Palacio de Buckingham en busca de soluciones.

Es un patrón común tanto en las monarquías que emprendieron el camino de la renovación entre 2013 y 2014 -Holanda, Bélgica y España- como en aquellas en que los soberanos siguen cumpliendo décadas en el trono. Los reyes resignan influencia política, aceptan un mayor control de sus finanzas y encomiendan la corona a una gestión profesional.


La operación da frutos. En las ocho monarquías constitucionales de Europa la popularidad de los reyes se ha estabilizado en niveles superiores a la de los líderes políticos y no prospera por ahora ningún movimiento republicano vigoroso.

"Algunas casas reales apuraron el relevo, otras no. La diferencia está en si sentían que peligraba o no la institución -señaló Roger Mortimore, historiador y experto de opinión pública del King's College de Londres-. En Gran Bretaña la reina es hoy inmensamente popular. Veinte años atrás, tras la muerte de la princesa Diana, sus indicadores se habían deteriorado. La institución supo adaptarse y profesionalizarse para recuperar la conexión con la gente."

En la serie de la BBC, Carlos III llora de angustia cuando se ve acorralado por las presiones para abdicar en un dócil príncipe Guillermo. Pronuncia entonces un agrio discurso shakespeariano en el que augura el inicio de "una era dorada de la monarquía, que no molesta a nadie, no hace ningún bien y es un cuadro bonito, plástico, ¡sin sentido alguno!". Es una forma cruel de describir el pacto tácito para la supervivencia de las monarquías europeas, que pueblan sus cortes de equipos cada vez más amplios de comunicación y consultoría financiera.

En ningún país se sintió tan fuerte la crisis de la realeza como en España. El último tramo del reinado de Juan Carlos I fue una colección de escándalos, entre líos de faldas, opacidad en el manejo de fondos y el caso de corrupción en que quedó involucrada su hija Cristina. La abdicación de 2014 frenó el derrumbe.

A diferencia de su padre, Felipe VI se abstiene de ejercer influencia política. La corona recuperó niveles de aprobación cercanos a los de los años 90. Un sondeo de SocioMétrica reveló que los españoles califican con un 6,4 sobre 10 la institución y con un 7,3 a Felipe VI.

En Holanda también se estabilizó la popularidad de la corona desde el ascenso de Guillermo Alejandro (2013). A él los poderes se los recortaron por ley. Ya no tiene funciones en el proceso de formación de gobierno: el Congreso apenas está obligado a mantenerlo informado.

Un 66% valora favorablemente su gestión, según una encuesta difundida por la cadena de televisión NOS en ocasión de los festejos del 50° cumpleaños del rey.

"Ha sabido actuar su papel. Es un hombre con los pies sobre la tierra, cuida mucho su imparcialidad y transmite una imagen moderna, competente", explicó Eddie Habben Jansen, director del think tank ProDemos.

En las monarquías nórdicas resisten reyes longevos, sin ánimo de abdicar, que también han cedido funciones políticas e intentan parecer funcionarios normales. Harald V, de Noruega, cumplió 80 años en mayo y lo celebró con un récord de apoyo: 79%. Margarita II de Dinamarca (45 años de reinado) y Gustavo XVI de Suecia (44) no imaginan tampoco su final.

Pero para sobreviviente, Isabel II. Cuando en febrero cumplió 65 años de reinado, la consultora Ipsos reveló que el 76% de los británicos aprueba la monarquía y cree que la institución tendrá un papel importante en el futuro. El 60% cree que Carlos (de 68 años) será un buen rey. Algunos expertos alertan, sin embargo, sobre el peligro que abre el recambio en un momento bisagra de la historia del país, con el Brexit y la amenaza separatista de Escocia.

Anna Whitelock, catedrática de Historia de la Universidad de Londres, vaticinó que para 2030 "habrá un clamor muy sonoro por la erradicación de la monarquía". Considera que la muerte de Isabel II reflotará la eterna pregunta: ¿para qué mantener en el mando a esta familia que nadie eligió?


La clave radica -acotó Thompson- en cómo cumplan los sucesores el papel que se espera de ellos. Tendrán menos poder y un mayor escrutinio público. El tormento del Carlos de la ficción aguarda al viejo príncipe en la vida real.
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El declinante poder de los reyes para las investiduras

La reina Isabel II encomendó en mayo de 2010 a David Cameron la formación de Gobierno. REUTERS
Los papeles de los monarcas varían mucho pero, en general, van perdiendo protagonismo
En Holanda desde 2012 el rey ya no tiene la iniciativa del proceso político
EDUARDO ÁLVAREZMadrid
26/07/2016 03:16
¿Es el artículo 99 de la Constitución una oportunidad para que el Rey se luzca y demuestre sus dotes como hombre de Estado o es, por el contrario, un peligroso avispero para un monarca parlamentario obligado a mantener una neutralidad exquisita? Fruto de un vivo debate entre los ponentes constitucionales, en la Transición se acabó aprobando un precepto que conjuraba el temor a que la Corona española quedara tan despojada de poderes como la sueca o la japonesa, las dos monarquías más ceremoniales del mundo ya en aquellos años 70. Lo curioso es que la redacción del citado artículo es excepcional en el Derecho comparado. Nuestra Ley Fundamental dice que «el Rey, previa consulta con los representantes designados por los grupos políticos con representación parlamentaria, y a través del presidente del Congreso, propondrá un candidato a la Presidencia del Gobierno». Contrasta con las constituciones de los 10 países europeos que hoy son monarquías parlamentarias, que poco o nada dicen sobre el proceso para formar Gobierno y la investidura de primeros ministros.En los reinos europeos, viejas y consolidadas democracias, se valen de la tradición y las convenciones que han dado forma al modo en que monarcas y políticos deben actuar después de cada elección para alumbrar un nuevo Ejecutivo. Aun así, las fórmulas han variado a lo largo de las décadas, a veces con la aprobación de disposiciones legales. Son tan distintos los casos según la tradición y cultura política de cada país, que nos encontramos desde escenarios como el de Bélgica, donde el papel del rey es muy relevante en la formación de Gobierno, hasta Suecia, donde el monarca ni siquiera tiene la facultad de nombrar a su primer ministro, y se debe conformar con recibirle en audiencia tras su designación para darse por enterado. Lo que sí se ha producido en toda Europa desde los años 40 es un lento pero progresivo y generalizado declinar del protagonismo regio en el que es, sin duda, el proceso político más importante de cada legislatura. La razón es sencilla: la monarquía parlamentaria está evolucionando hacia la absoluta despolitización de la Jefatura del Estado, en consonancia con el rol simbólico, ceremonial y de representación de la unidad nacional que cumplen los reyes europeos en el siglo XXI. Restarles atribuciones políticas supone, antes que nada, una garantía, ya que les ofrece protección, algo que, en opinión muy asentada entre los constitucionalistas, resulta imprescindible dado que ocupan magistraturas vitalicias e irresponsables. Reino Unido Hasta hace poco, se consideraba al Reino Unido como el principal laboratorio europeo del bipartidismo casi perfecto. El hecho de que laboristas y conservadores se repartieran los escaños en cada cita electoral y de que la alternancia estuviera tan asentada, facilitaba sin duda el papel del monarca, que se podía limitar a ejercer de observador privilegiado desde Buckingham.A falta de una Constitución escrita, la tradición es primordial en el sistema británico. Y en un ritual perfectamente engrasado con el tiempo, cada vez que un primer ministro abandona el cargo, bien por dimisión, bien por agotamiento de su mandato, debe acudir ante el monarca para presentarle su renuncia. Asimismo, quien opta a asumir la nueva Jefatura de Gobierno necesita que el soberano le conceda la venia y le encargue la formación del Ejecutivo. Se trata de un trámite casi protocolario.
El 'premier' británico recibe, por formalismo protolocario, el encargo de la reina
Cuando un partido se impone en las urnas por mayoría absoluta, cosa harto frecuente en el Reino Unido, el rey británico se limita a encomendar a su jefe de filas que asuma la responsabilidad. Sólo en los casos en que se produce lo que se conoce como Parlamento colgado -es decir, ninguna formación logra más del 50% de los escaños-, cabría atribuir cierto margen de discrecionalidad al monarca en el proceso de investidura. Pero, en la práctica, tampoco ocurre así. Porque son los propios partidos los que el mismo día después de las elecciones protagonizan urgentes negociaciones para formar una coalición o garantizarse una mayoría parlamentaria, de modo que cuando el premier saliente acude a presentar su renuncia al rey, éste ya sabe a quién debe recibir de inmediato para autorizarle a formar Gobierno. Todo el proceso es tan rápido en el país -cabe destacar que no hay investidura como tal en el Parlamento- que la participación regia a veces sólo se distingue por el juego de los tiempos. Así, por ejemplo, durante la crisis que se vivió en el Reino Unido en 2010 cuando los laboristas de Brown sufrieron un batacazo electoral, pero los conservadores de Cameron no lograron la mayoría absoluta, lo que hizo Isabel II fue darse de margen unos días más antes de recibirles, dando así plazo necesario a los partidos para negociar. Holanda Es el país en el que más ha evolucionado el papel regio ante cada investidura. Hasta los años 40, la influencia del monarca de los Países Bajos, igual que el de las vecinas Bélgica y Luxemburgo, era decisiva para designar primer ministro -aunque éste solía ser casi automáticamente el líder del partido más votado- y a algunos de los miembros de su Gabinete. La profundización en la separación de poderes fue restando discrecionalidad al soberano holandés que, sin embargo, mantuvo durante décadas un papel destacado.

La reina Beatriz de Holanda nombró primer ministro en 2010 al liberal Mark Rutte. REUTERS
Tanto bajo el reinado de Juliana de los Países Bajos como de su hija, la hoy emérita Beatriz, les correspondía a ellas como titulares de la Corona iniciar el proceso de formación de Gobierno. Éste comenzaba con las consultas a sus asesores -entre ellos, los presidentes del Senado y de la Cámara de Representantes y el vicepresidente del Consejo de Estado-, un día después de los comicios. A continuación, la reina recibía a todos los líderes de los partidos con representación parlamentaria, de forma similar a lo que se hace en España. Tras la ronda de audiencias, en lo que se dio en llamar el rito de objetividad, la soberana nombraba a un mediador encargado de sondear, empujar a negociar y ayudar a limar asperezas a los distintos políticos. Esa fase concluía con el nombramiento real del formador de Gobierno, que para entonces ya solía contar con los respaldos necesarios. Este tipo de procesos son habituales en buena parte de los estados europeos, donde nunca hay mayorías absolutas y es imprescindible pactar para conformar coaliciones múltiples. Y no pocas veces las reinas de Holanda jugaron durante el siglo XX un papel importante para desatascar situaciones de crisis, como ocurrió en 1977, cuando el país estuvo 208 días sin Gobierno.Aun así, en los Países Bajos se ha impuesto la tesis de que el monarca debe estar protegido de toda contaminación partidista. Y, en 2012, la Cámara de Representantes aprobó una enmienda a su Reglamento por la que, desde entonces, la iniciativa para formar Gobierno y la designación de informadores, mediadores o encargados ya no le corresponde al rey, sino al Parlamento. El actual monarca, Guillermo Alejandro, se limita a nombrar y separar al primer ministro y a sus secretarios del Gabinete, como establece la Constitución. Dinamarca Tampoco dice nada la Constitución del rico país escandinavo sobre el proceso que nos ocupa, un vacío que la tradición se ha encargado de rellenar. Desde 1909 ningún partido danés ha obtenido mayoría absoluta. Estamos, por tanto, ante otro de esos estados con dilatada cultura de pactos políticos y de coaliciones multipartidistas. Las negociaciones giran en torno al monarca, quien, tras los comicios, recibe a los líderes de todos los partidos con representación en el Folketing (Parlamento) -la llamada reunión con la reina- y después nombra a un informador que dirige las conversaciones destinadas a formar nuevo Ejecutivo, misión que encomienda el soberano al líder con más opciones, que no necesariamente es el más votado.

En dos ocasiones ha encomendado Margarita de Dinamarca la formaciónd e gobierno a Lars Lokke Rasmussen. REUTERS
Bélgica Es el país donde el papel del rey sigue siendo más importante ante una investidura. Aunque, como en cualquier otra monarquía parlamentaria, se le exige neutralidad, con un sistema tan complejo como el que tiene el único reino federal de Europa, en el que no existen los partidos nacionales, el Parlamento está muy fragmentado y las tensiones independentistas marcan la agenda, la Corona es la clave de bóveda institucional.

El diciembre de 2011, año y medio después de las elecciones, Elio Di Rupo juró su cargo ante Alberto de los belgas. REUTERS
El rey se reúne tras cada elección con todos los líderes de las distintas formaciones, pero también con muchos asesores. Y tiene potestad para designar a toda una pléyade de informadores, negociadores, exploradores... que ayuden a desatascar las cosas. La iniciativa, por tanto, corresponde al monarca, quien también designa al formador de Gobierno. No es raro que en Bélgica éste no logre su objetivo a la primera. Y el rey puede aceptar o no su renuncia, incluso volver a encomendarle la misión transcurrido un prudencial tiempo o dar la oportunidad a un formador distinto. El monarca debe afanarse en la misión, máxime cuando las cosas se ponen tan crudas como en 2010, cuando el resultado de las urnas dejó un país tan ingobernable que Bélgica batió el récord al permanecer en total 541 días sin Ejecutivo. El hoy rey emérito Alberto II demostró su talla como jefe de Estado en el proceso más arduo de su reinado, que le valió el reconocimiento generalizado de su pueblo. No deja de ser revelador que los partidos independentistas flamencos aboguen por un cambio legal que restrinja la potestad regia en la formación del Gobierno.Escandinavia Suecia es la monarquía donde más despojado de poderes está el rey. No participa en el proceso de investidura ya que, con la aprobación de la Ley Fundamental de 1974 -un año después de que el actual soberano subiera al trono- todos los pasos para la formación de Gobierno se dan en el Parlamento.En la vecina Noruega el monarca sí nombra a su primer ministro y a los miembros del Gabinete. Antes, el rey encomienda al candidato que más apoyos parlamentarios logra recabar la formación de Gobierno, con una intervención regia mínima.

Relevo real en Holanda
Monarquías europeas, una vieja tradición todavía muy vigente
La reina Beatriz de Holanda el pasado mes de septiembre. | AfpLa reina Beatriz de Holanda el pasado mes de septiembre. | Afp

La abdicación en Holanda coincide con un buen momento para la realeza
Todas las familias reales tienen una alta popularidad, salvo la española
Eduardo Álvarez | Madrid
Actualizado domingo 28/04/2013 04:22 horas

La reina Beatriz de Holanda tomó la decisión de abdicar en su hijo primogénito hace más de un año. Pero la decisión no se hizo oficial hasta el pasado mes de enero. Los propios herederos, Guillermo Alejandro y Máxima, reconocían hace unos días en una entrevista televisada que les había costado mucho esfuerzo morderse la lengua durante tantos meses.

Este martes el príncipe Guillermo Alejandro asumirá el trono de los Países Bajos en un momento especialmente dulce para la Casa de Orange-Nassau, puesto que las encuestas indican que Beatriz ha llegado al fin de su reinado con índices de popularidad superiores al 70% y la mayoría de la ciudadanía está satisfecha con que ceda el testigo a la nueva generación.

En los Países Bajos, el monarca, además de jefe del Estado, es la cabeza del poder ejecutivo (es decir, del Gobierno), formado por el soberano y sus ministros y secretarios de Estado. En un país con un sistema multipartidista, suele ser necesario formar coaliciones de varios partidos. Y el rey desempeña casi siempre un papel importante tanto en la ronda previa de contactos con todos los líderes de las formaciones antes de encargar a uno de ellos la tarea de formar Gobierno, como a lo largo de toda la legislatura, por cuanto el monarca ejerce un continuado papel de mediación que en algunos momentos históricos ha sido crucial para la estabilidad política del país.

Asimismo, la familia real holandesa tiene otras funciones constitucionales, como la de ejercer la más alta función diplomática del país con terceros estados. Los viajes al exterior de todos los miembros de la Corona son numerosos a lo largo del año. Cabe también recordar que, tras la abdicación de su madre, Guillermo Alejandro será jefe de Estado no sólo de Holanda, sino también de las Antillas neerlandesas y de Aruba en el Caribe, que son los tres territorios que forman parte de la Corona.

Lo cierto es que casi todas las familias reales que en la actualidad ostentan la jefatura del Estado en Europa (10 en total) gozan de un respaldo muy mayoritario. En parte esto es debido a que reinan en algunas de las naciones más prósperas del Viejo Continente y en algunos casos su papel es clave para mantener la cohesión social y política. La excepción, desde hace algunos meses, es la monarquía española, que ha pasado de contar con índices de aprobación cercanos al 70% a haber obtenido en los últimos sondeos su primer suspenso desde la instauración de la democracia. Hacemos un repaso a la situación de las casas reinantes en Europa:

Isabel II | ReutersIsabel II | Reuters

Reino Unido

Es, sin duda, el país más monárquico del Viejo Continente. Casi se podría decir que el sistema está grabado en el ADN de los ciudadanos británicos, cuya inmensa mayoría no concibe que su país fuera una república en vez del reino con más pedigrí del mundo. La familia real está omnipresente en la vida pública de los ingleses, a pesar de que las funciones políticas del soberano son muy limitadas.

Sin embargo, el hecho de que Isabel II sea no sólo la jefa de Estado del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, sino también de otros 14 estados del antiguo Imperio, entre ellos algunos tan importantes como Canadá, Australia o Nueva Zelanda, así como la jefa de la Commonwealth y cabeza de la Iglesia Anglicana, le confiere una dimensión institucional global de la que carece el resto de familias reales del planeta.

La última encuesta sobre la monarquía británica fue un regalo para los Windsor: el 69% declaraba que el país saldría perdiendo si desapareciera la Corona.
La familia Windsor ha sobrevivido a toda clase de escándalos, siendo el más grave el divorcio entre el príncipe Carlos y Lady Di. Pero la personalidad de Isabel II y el respeto general que concita le han permitido superar toda clase de situaciones adversas con nota alta. De hecho, la celebración en 2012 del Jubileo de Diamante (los 60 años en el trono de la reina) fue una explosión de patriotismo británico y de devoción popular por su soberana como hacía décadas que no se veía.

La última encuesta sobre la monarquía británica realizada en Reino Unido fue un regalo para los Windsor: el 69% de los ciudadanos declaraba que, en su opinión, el país saldría perdiendo si desapareciera la Corona.

Aunque Isabel II parece contar con una salud de hierro, el pasado domingo cumplió 87 años y de vez en cuando se reabre en su país el debate sobre una posible abdicación. Nadie contempla en serio que lo haga antes de tres años, cuando la monarca batiría el récord y se convertiría en la soberana con un reinado más largo en la historia del país. Con todo, las encuestas no se ponen de acuerdo sobre la preferencia mayoritaria de los británicos acerca de quien debiera sustituirla en el trono: si el heredero, su hijo Carlos, o si su nieto, el príncipe Guillermo, que en breve se convertirá en padre primerizo. Lo cierto es que en una monarquía tan tradicional como la inglesa, es muy improbable que Carlos cediera la corona a su hijo, aunque se la tenga que poner en una edad más propia de la jubilación que de iniciar un reinado.

Noruega

El rey Harald, además de jefe de Estado, ocupa la jefatura de la Iglesia evangélica luterana noruega. En este moderno país, la Corona está más que asentada. Según la última encuesta de 2012, el 93% de los noruegos se sintió satisfecho con el trabajo realizado por los miembros de su familia real.

Los más populares son el propio monarca y el príncipe heredero, Haakon. La salud del rey es precaria desde hace años. Y, de hecho, su sucesor ha tenido que sustituirle y asumir la regencia en varias ocasiones, durante algunas intervenciones quirúrgicas a las que ha sido sometido el rey. Todo está perfectamente contemplado en la legislación del país y a nadie sorprendería que a mucho no tardar se produjera una abdicación, sin ningún tipo de trauma.

Suecia

La familia real de este país nórdico también se ha visto golpeada por los escándalos protagonizados por el propio rey Carlos Gustavo XVI, que le han hecho perder parte de su popularidad en los últimos años. Sin embargo, en las encuestas suele mantenerse un respaldo del 70% de la población a la institución monárquica. Es prácticamente el mismo porcentaje que manifiesta desde hace tres años su preferencia por que el rey abdique en su hija, la princesa Victoria de Suecia, el personaje más popular de la familia.

Este 2013 es muy importante para la Casa Bernadotte, porque en junio se casa la hija pequeña, la princesa Magdalena, en un enlace que volverá a reunir en Estocolmo a miembros de toda la realeza europea. Y, además, porque se celebran los 40 años en el trono de Carlos Gustavo. Nadie espera, por tanto, que durante este año se produjera una abdicación, que, sin embargo, empezará a sonar con fuerza a partir de 2014. Eso sí, el rey ya ha dejado claro en varias entrevistas que un monarca sólo deja de serlo cuando muere.

El Príncipe Felipe y el Rey durante la Fiesta Nacional. | J. BarbanchoEl Príncipe Felipe y el Rey durante la Fiesta Nacional. | J. Barbancho

España

La familia real española vive su peor pesadilla desde la reinstauración de la Monarquía en 1975. Don Juan Carlos ha visto cómo el prestigio de la Corona, que siempre ha contado con índices de popularidad superiores al 70%, ha caído en picado por toda clase de escándalos: la imputación por corrupción de Iñaki Urdangarin y la Infanta Cristina, la cacería de elefantes en Bostuana, las comisiones de la amiga entrañable Corinna, y tantas otras...

En la encuesta publicada por EL MUNDO en enero, el 53% de los españoles declaraba que prefería que la monarquía parlamentaria siguiera siendo la forma de gobierno en nuestro país, una cifra muy inferior a las de años anteriores. Y en sondeos recientes publicados por varios medios de comunicación, el Rey ha obtenido sus primeros suspensos desde que es jefe de Estado. Está por ver si la situación se puede revertir, y hay voces que piden su abdicación en el heredero, el príncipe Felipe, como forma de tratar de recuperar el prestigio para la institución.

Dinamarca

Margarita de Dinamarca | EfeMargarita de Dinamarca | Efe
La Corte danesa es, junto con la británica, la más pomposa de Europa. La tradición es seña de identidad de la familia real más antigua del Viejo Continente, que reina de forma ininterrumpida desde hace más de 1.000 años. Y podría seguir en el trono otros 1.000, a tenor de las encuestas. El 77% de los daneses se declara monárquico; sólo el 16% declara que preferiría vivir en una república.

Margarita de Dinamarca celebró el año pasado el 40º de su reinado. Durante meses se sucedieron las celebraciones en todos los rincones del país, incluida Groenlandia, territorio autónomo que depende de la Corona. Aunque los herederos Federico y Mary gozan de una alta popularidad, nadie habla en el reino de abdicación. Al menos de momento, ya que la soberana tiene una salud envidiable.

Bélgica

No es fácil ser rey de uno de los países más artificiales de Europa. De hecho, no es del todo falso el viejo tópico de que la Corona es uno de los pocos símbolos comunes de todos los belgas. La división entre valones y flamencos tiene su correlato político y las dificultades para formar Gobierno en el país son enormes. De hecho, el papel que desempeña el monarca en el engranaje político institucional es clave.

El año pasado, Alberto II fue declarado Belga del Año. Se ganó a pulso el título, por sus esfuerzos para muñir un Gobierno de concentración tras más de 500 días sin Ejecutivo. La Constitución federal atribuye importantes poderes al monarca. Y no es extraño que, en un país siempre al borde de la ruptura, la mayoría de los ciudadanos prefiera que Bélgica siga contando con una monarquía.

Probablemente, no habrá república belga, porque la desaparición de la monarquía y de la existencia del propio país podrían ir unidas, de producirse algún día. Se especula con que Alberto II estaría decidido a abdicar en su hijo mayor, el príncipe Felipe. Incluso la prensa ha publicado varias fechas. De ser ciertos los rumores, también lo sería que tuvo que posponer su decisión por la grave crisis política vivida en el país en el último lustro.

Luxemburgo

Con una de las rentas pér capita más altas del mundo, el gran ducado centroeuropeo es sinónimo de estabilidad, también en lo político. Nadie se plantea la sustitución de su familia real, a pesar de que su encaje institucional no siempre ha sido sencillo. El actual soberano, el gran duque Enrique, protagonizó un gran escándalo en 2008 cuando se negó a sancionar la ley de eutanasia aprobada por el Parlamento. Aludió a razones de conciencia, ya que el monarca es católico declarado. Al final, la crisis se solucionó con un cambio de la Constitución, que rebajó los poderes políticos del gran duque, quien desde entonces, promulga pero no sanciona las leyes.

Alberto de Mónaco. | EfeAlberto de Mónaco. | Efe
A finales de 2012, el pequeño país vivió la boda de cuento del príncipe heredero, Guillermo, con una joven aristócrata belga de rancio abolengo. Se rompía así la tradición de los jóvenes herederos europeos de casarse con plebeyos. El gran duque reinante es un hombre joven todavía, por lo que el verbo abdicar no se conjuga. Aunque él mismo llegó al trono tras la abdicación del gran duque Juan, quien decidió retirarse cuando empezaron a fallarle las fuerzas físicas. En la actualidad, el anciano ex soberano padece Alzheimer.

Mónaco

El principado más glamouroso del mundo es, en realidad, el hogar de su real familia. Los Grimaldi hacen y deshacen a su antojo en este próspero enclave mediterráneo. Tras la muerte de Rainiero, asumió la jefatura del Estado el príncipe Alberto, quien está obsesionado con cambiar la imagen del país. Primero logró que la OCDE lo sacara de la lista de paraísos fiscales. Y después inició una campaña de marketing y relaciones públicas internacionales que le han llevado a establecer alianzas diplomáticas con los principales países del mundo, lo que contrasta con el diminuto tamaño del principado.

La boda de Alberto con Charlene Wittstock fue uno de los grandes acontecimientos sociales planetarios de 2011. Pero los habitantes del principado están intranquilos porque no ha llegado aún un heredero. Lo cierto es que conforme pasa el tiempo el asunto se agrava, ya que si la ex nadadora sudafricana no se quedara encinta, a Alberto le sucedería su sobrino Andrea, hijo de la princesa Carolina, quien hasta la fecha no ha dado síntomas de estar interesado por la alta política.

Liechtenstein

El pequeño país de Centroeuropa, atrapado entre Austria y Suiza, está gobernado por la última 'familia real feudal' de Europa. Aunque se trata de una monarquía constitucional, como todas las del Viejo Continente, lo cierto es que los poderes de su soberano son prácticamente ilimitados, hasta el punto de que tiene pleno derecho de veto de las leyes, puede cambiar a los miembros del Gobierno y hasta revocar en determinados casos a los magistrados.

Pero la inmensa mayoría de los súbditos está encantada con su familia principesca, que les ofrece seguridad, tranquilidad y una de las mayores rentas de Europa. En 2012, un grupo ciudadano tuvo la osadía de convocar un referéndum con la intención de recortar los poderes de su monarca. La consulta se acabó realizando. Pero el resultado fue un rotundo respaldo a los príncipes, que habían amenazado con quitarse la corona y abandonar el país si les recortaban cualquiera de sus prerrogativas regias. Hans-Adam II sigue siendo el jefe de Estado, aunque hace ya varios años decidió traspasar la mayoría de sus poderes a su hijo, el príncipe heredero Alois, quien ejerce de facto como gobernante. Un caso de abdicación intermedia tan curioso como el sistema del país.

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El papel de los monarcas en Europa

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Euronews
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última actualización: 08/05/2013
 El papel de los monarcas en Europa
Una monarquía potente y sin embargo limitada a un papel representativo. La reina de Inglaterra lo es también de 16 Estados independientes y es la jefa de la Commonwealth. Todas las semanas, el primer ministro celebra consultas con la soberana, que tiene derecho a dar su opinión. Su función principal es reforzar la unidad y la identidad nacional, y en esos dos ámbitos, Isabel II brilla: el 70% de los británicos apoyan la monarquía, que es una de las más antiguas de Europa.

Con dos siglos de historia y también muy sólida, la monarquía holandesa es el pilar de la identidad nacional y cuenta con el respaldo de tres cuartas partes de la población.

Hasta 2012 la reina Beatriz ejerció su poder político interviniendo en la formación de los gobiernos de coalición tras las elecciones. El nuevo rey, Guillermo Alejandro, ya no lo tiene, pero seguirá recibiendo al primer ministro todas las semanas.

En Bélgica la monarquía ha conservado poderes muy amplios. El rey puede formar gobiernos que deben someterse a la aprobación del Parlamento, recibe al primer ministro una vez por semana y llama a consultas a los ministros o a los jefes de la oposición. Puede dar su opinión y sancionar o promulgar las leyes federales. También aquí la monarquía cimenta la unidad del país, ya que el monarca es el rey de los belgas y no de Bélgica.

Reinstaurada al final de la dictadura, en España la monarquía es parlamentaria, y el monarca es el símbolo de la unidad y la permanencia del Estado. Juan Carlos I ha desempeñado su papel de rey constitucional, demostrando que democracia y monarquía no son incompatibles. Pero en los últimos tiempos su popularidad ronda el 36%, su nivel más bajo. Los escándalos que salpican a la familia real han tenido mucho que ver en esa pérdida de apoyo.

Esa es precisamente la principal fragilidad de las monarquías modernas: no tienen derecho al error sobre su integridad, porque la opinión pública puede retirarles rápidamente su apoyo si no cumplen su responsabilidad, que es esencialmente, representativa.

¿Cuántas monarquías hay en el mundo y cuánto poder tienen? Hay monarcas que gobiernan, otros que tienen algo de influencia, y varios ...