Muere a los 101 años la reina madre de Inglaterra
La viuda del rey Jorge VI falleció ayer mientras dormía, cuatro meses antes de cumplir 102 años
EL PAÍS
Londres 31 MAR 2002
La reina madre de Inglaterra murió ayer de la misma manera en que vivió el último medio siglo: en discreto silencio. Su muerte, aunque esperada, pilló de sorpresa a un país aletargado por el puente de Semana Santa. La reina Isabel II se encontraba junto a ella cuando falleció, mientras dormía, a las tres y cuarto de la tarde (las dos y cuarto en España) en el castillo de Windsor. Sus nietos estaban de vacaciones fuera del país. Con ella desaparece uno de los principales pilares en los que se asienta la popularidad de una monarquía amenazada por la indiferencia popular.
'La reina Isabel, la reina madre, ha fallecido en paz mientras dormía a las 15.15 de esta tarde en el Real Pabellón de Caza (Windsor)', informaba un portavoz del palacio de Buckingham poco antes de la seis de la tarde de ayer. Su salud se encontraba muy deteriorada en los últimos meses, pero aún había tenido fuerzas para asistir al funeral de su hija pequeña, la princesa Margarita, fallecida el pasado 7 de febrero. La reina madre, nacida el 4 de agosto de 1900, estaba cerca ya de su 102º aniversario.
Tras el fallecimiento de Margarita, la muerte de la reina madre ensombrece aún más el año del Jubileo, en el que su hija y reina, Isabel II, festeja el 50º aniversario de su acceso al trono. Isabel se encontraba junto a su madre cuando ésta falleció, pero el resto de la familia estaba de vacaciones. El príncipe Carlos, desde siempre muy unido a su abuela, se declaró consternado desde Suiza, donde estaba esquiando junto a sus hijos, Guillermo y Enrique. El duque de York, hijo mediano de la reina, estaba en Barbados junto a su ex mujer, Sarah Fergusson, y sus dos hijas.
Desde su residencia de descanso en Chequers, el primer ministro, Tony Blair, elogió su 'decencia y coraje'. 'Durante su larga y extraordinaria vida, su gracia, su sentido del deber y su gusto por la vida han hecho de ella una persona querida y admirada por la gente de todas las edades y condiciones', añadió el primer ministro. 'Su muerte es mucho más que un motivo de duelo para toda la familia. Es una pérdida irreemplazable para toda la nación', declaró a través de una nota la ex primera ministra conservadora Margareth Thatcher.
La reina madre se ha ido en silencio. Se ha consumido porque la muerte es ley de vida. No ha habido hospitales ni partes médicos ni conmoción nacional. No ha habido histéricas reacciones populares, como cuando murió la joven Diana. El país estaba cerrado por vacaciones y se ha ido enterando poco a poco de que la reina madre había fallecido. Sabían que iba a ocurrir. Pero nadie sabía que iba a ser en este Sábado de Gloria de 2002. En el palacio de Buckingham, donde se reunieron cientos de personas, ondeaba anoche la bandera a media asta a pesar de que la reina no se encontraba allí.
Con su muerte, la monarquía británica pierde uno de sus símbolos más queridos. La pasión casi exagerada de los británicos por la reina madre no tiene muchas explicaciones racionales, pero su figura es la única que jamás ha sido puesta en cuestión en los recientes años de turbulencias en la Casa de los Windsor.
Quizá porque Isabel Bowes-Lyon jamás pensó que llegaría a reina cuando en 1923 se casó con el entonces príncipe de York, Alberto. Pero la abdicación del hermano mayor, el rey Eduardo VIII, convirtió a Alberto en el rey Jorge VI en 1936, y a Isabel, en reina, aunque no la reina de Inglaterra.
Su popularidad procede quizá del papel fundamental que jugó para estabilizar la monarquía tras los tambaleos que siguieron a la abdicación del rey Eduardo. O por su decisión de quedarse en Londres, junto a su marido y rey, durante los bombardeos alemanes en la Segunda Guerra Mundial.
O quizá porque compartía con muchísimos británicos la pasión por la ginebra y las carreras de caballos, lo que seguramente la convirtió en la más normal de la familia Windsor y la única que fue capaz de mantener una relación cordial con la princesa Diana. O quizá porque, pese a vivir más de 100 años, Isabel sólo fue reina durante 16. Durante la mitad de su vida ha sido para los británicos su reina madre. Muchos ayer quedaron un poco más huérfanos.
La reina madre, junto a su hija Isabel II, en un balcón del palacio de Buckingham durante la celebración de su 100º cumpleaños. La reina madre, en Buckingham, bombardeado durante la II Guerra Mundial. AP
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 31 de marzo de 2002
04.08.2000.
La Reina Madre, 100 años de historia
La Reina Madre saluda a la multitud junto a su hija Isabel II
Es el gran evento que los británicos venían anticipando desde hace meses: este 4 de agosto la Reina Madre cumplió un siglo de vida.
Muchos de sus admiradores guardaron desde la noche anterior sus lugares de privilegio para ver de cerca a la Reina Madre en el momento cúlmine de las celebraciones.
"La abuela más querida de Gran Bretaña"
La madre de la Reina Isabel II de Inglaterra recorrió en un coche de paseo tirado por caballos el corto trayecto entre su residencia, Clarence House, y el palacio de Buckingham.
Allí, la mujer que es descrita a menudo por la prensa local como "la abuela más querida de los británicos" salió al balcón del palacio real a saludar a la multitud.
Y Londres era una fiesta...
Luciendo un impecable conjunto azul claro, con un sombrero a tono, la Reina Madre se mostró sonriente y emocionada dese el comienzo de las celebraciones en la mañana.
Luego de desayunar en su residencia, recibió la tradicional tarjeta de cumpleaños que su hija, la Reina Isabel II, envía a todos los súbditos que cumplen cien años.
En la puerta de Clarence House se encontraban decenas de admiradores que entregaron obsequios a las damas de companía de la integrante más antigua de la realeza británica.
Miles de admiradores se congregaron en torno al palacio de Buckingham
Acompañada de uno de sus nietos, el príncipe Carlos, la Reina Madre saludó a sus admiradores antes de partir hacia el palacio de Buckingham, donde le esperaban más de 30 miembros de la familia real.
Miles de personas, portando banderas británicas, saludaron el paso de la carroza a lo largo de la avenida que conduce al palacio de Buckingham.
Otras ceremonia tuvieron lugar en varios países de la Mancomunidad Británica, incluyendo a Australia, Nueva Zelandia y Canada.
Un siglo de historia
A pesar de su avanzada edad, la Reina Madre declinó gentilmente la oferta de una silla para observar a las multitudes en las afueras de su residencia.
Prefirió mantenerse de pie y apoyarse en su bastón, dando una vez más muestra del admirable estado de salud que le permite seguir cumpliendo, ocasionalmente, compromisos oficiales.
La Reina Madre y la nueva generación en celebraciones anteriores
La resistencia física de la Reina Madre es vista por muchos británicos como una señal de la fortaleza espiritual de la mujer que les alentó durante algunos de los momentos más díficiles de su historia.
La Reina Madre se transformó en un símbolo de coraje y fidelidad a su pueblo cuando decidió permanecer en el palacio de Buckingham mientras Londres era blanco de los bombardeos nazis.
Una de las fotos más recordadas de la Reina Madre es precisamente la tomada en el balcón real cuando, junto su esposo el rey Jorge VI y las entonces princesas Isabel y Margarita, saludó a la multitud para celebrar el fin de la segunda guerra mundial.
Más de medio siglo despúes, rodeada de una nueva generación, la Reina Madre se asoma al mismo balcón a festejar su primer cumpleaños del nuevo milenio.
11.07.2000.
La Reina Madre, un siglo de majestad
Abuela, hijas, nietos y bisnietos reales, una vez cada cien años
Cuatro generaciones de la familia real británica se dieron cita en la catedral de San Pablo, en pleno corazón de Londres, para celebrar los cien años de la Reina Madre.
Escoltada por su nieto Carlos, el príncipe de Gales, y sus dos nietos, los príncipes Guillermo y Enrique, la Reina Madre hizo su entrada triunfal en el histórico templo de la City londinense.
La Reina Madre y tres príncipes de escolta real
Miles de personas acudieron al servicio de acción de gracias, uno de los actos centrales de las celebraciones del centenario de la madre de la Reina Isabel II de Inglaterra, que culminarán el 4 de agosto, día de su cumpleaños.
Tras una ceremonia presidida por el Arzobispo de Canterbury, George Carey, la Reina Madre salió a las escalinatas de la entrada principal de San Pablo, y allí saludó a la multitud que se había congregado para verla.
Conmovedor homenaje
En su intervención, el Arzobispo Carey -máxima autoridad de la iglesia anglicana después de la soberana- señaló que la Reina Madre había entrado en el corazón de todo el pueblo británico.
La Catedral de San Pablo, llena para la celebración
"Y su propio corazón ha estado abierto a su pueblo desde siempre", afirmó Carey, quien le agradeció por dedicar su vida al servicio público y al deber.
Prácticamente toda la familia real asistió a la celebración, junto con varios monarcas extranjeros, dirigentes políticos, amigos y representantes de cientos de organizaciones de beneficiencia auspiciadas por la Reina Madre.
Entre los 2.500 invitados a la ceremonia estaban presentes otros centenarios de todo el Reino Unido, que comparten su cumpleaños con la Reina Madre en el año 2000.
También presente estuvo el primer ministro británico, Tony Blair, acompañado de importantes dirigentes políticos del país y representante del cuerpo diplomático acreditado en la Corte de Saint James.
30 de marzo de 2002 - 18:44 GMT
La Reina Madre: una vida en imágenes
La Reina Madre murió este sábado a los 101 años de edad en el Castillo de Windsor, en Londres. A su lado estaba su hija, la Reina Isabel Segunda.
Presentamos a nuestros lectores una selección de imágenes sobre la vida de la Reina Madre.
La Reina Madre a la edad de 20 años.
La Reina Madre, Lady Isabel Bowes-Lyon, a la edad de 20 años, acompañada por su padre, el conde de Straithmore.
En 1930.
Luna de miel: la futura Reina Madre, entonces Duquesa de York, acompañada de su esposo, el Duque de York, en 1930.
1937
La coronación: la Duquesa de York se convierte en la Reina Consorte Isabel cuando su esposo es coronado en 1937.
La Reina Madre durante la Segunda Guerra Mundial.
Bombardeos: el Palacio de Buckingham fue bombardeado durante la Segunda Guerra Mundial, pero nadie resultó herido.
1945
La reina conversa con la gente en las calles, en mayo de 1945, luego de la victoria de los Aliados.
1954.
Abuela: la Reina Madre abraza a su nieto, el príncipe Carlos, en 1954. Había enviudado poco antes.
1989
En 1989 durante una visita a Canadá.
2001
La Reina Madre en el 2001, cuando cumplió cien años de edad.
30 de marzo de 2002 - 21:15 GMT
Reina Madre: su vida
Los cumpleaños de la Reina Madre eran un ritual nacional.
La Reina Madre falleció este sábado a los 101 años de edad. BBC Mundo recuerda la extraordinaria vida de la mujer que se convirtió en un símbolo de fortaleza espiritual para el pueblo británico.
Isabel era la novena de diez hijos.
Isabel Bowes-Lyon nació el 4 de agosto de 1900, la novena de los diez hijos de Lord y Lady Glamis.
Cuando la pequeña tenía tres años, su familia heredó el llamado Castillo de Glamis, que se convertiría en su hogar y que jugaría un papel de importancia durante la Primera Guerra Mundial.
Uno de sus hermanos, Fergus, murió en la guerra y su madre transformó el Castillo de Glamis en un hospital para soldados convalescientes. Isabel trabajó en aquel entonces en el hospital, cuidando de combatientes enfermos.
Isabel, Duquesa de York
La joven Isabel era una mujer atractiva y extrovertida. Concurría con frecuencia a eventos de la alta sociedad, donde conoció al Príncipe Alberto, el segundo hijo de Jorge V.
Alberto, quien se convertiría más tarde en Jorge VI, era un joven tímido, y según sus contemporáneos, fue cautivado por la personalidad de Isabel.
Se casaron en 1923, convirtiéndose en el Duque y la Duquesa de York y en 1926 nació su primogénita, Isabel, la actual soberana. Tres años después llegó su segunda hija, Margarita.
Fueron años descritos por la biógrafa de la Reina Madre como "felices y tranquilos". En 1936, los acontecimientos cambiarían para siempre el destino de los duques.
Isabel, consorte de un monarca
En enero de 1936 falleció el Rey Jorge V y la sucesión pasó al hermano mayor de Alberto, Eduardo, quien se convirtió en Eduardo VIII.
Sin embargo, Eduardo VIII abandonó sus pretensiones al trono para casarse con un mujer divorciada, la estadounidense Wallis Simpson.
El Duque y la Duquesa de York junto a una de sus hijas.
Inesperadamente, Isabel comenzó una nueva etapa de su vida como Reina Consorte; su marido se convertía en el Rey Jorge VI.
La coronación tuvo lugar en 1937, apenas dos años antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial. La joven reina se transformó durante estos años oscuros en un símbolo de la resistencia, junto al rey y al primer ministro, Winston Churchill.
Cuando Londres fue bombardeada, la Reina Consorte permaneció en la ciudad para ofrecer su apoyo moral a los habitantes de la capital británica.
La familia real era sumamente popular y al final de la guerra, todo indicaba que comenzaría un largo período de estabilidad, algo impensable durante el período de la abdicación de Eduardo VIII.
Isabel, Reina Madre
Durante la Segunda Guerra Mundial, decidió permanecer en Londres.
Sin embargo, en pocos años, el rumbo de la vida de Isabel Bowes-Lyon vuelve a cambiar en forma dramática.
El Rey Jorge VI muere de cáncer en febrero de 1952, poco después de que su hija primogénita, Isabel, partiera en gira hacia África, Australia y Nueva Zelanda.
La joven Isabel partió como princesa, pero regresó como reina. Su madre se convirtió en Reina Madre a los 51 años y reanudó rápidamente sus compromisos oficiales.
Fue en esta etapa que la Reina Madre viajó extensamente por el mundo, como representante de la Mancomunidad Británica de Naciones. Canadá era uno de sus destinos favoritos.
La Reina Madre insistió en asistir al funeral de su hija, la Princesa Margarita.
Durante este período también dedicó tiempo a una de sus pasiones, las carreras de caballos.
Con el correr de los años, su popularidad se consolidó y sus cumpleaños se transformaron en una especie de ritual nacional. Muchos le decían simplemente "Queen Mum", o "Reina Mamá".
Miles de personas se dieron cita en Londres en 2000 para participar en las celebraciones de su centenario.
Cuando su hija, la Princesa Margarita, falleció en febrero de este año a la edad de 71 años, la Reina Madre insistió en asistir al funeral.
30 de marzo de 2002 - 21:18 GMT
Legado de la Reina Madre
El Príncipe Carlos acompaña a la Reina Madre durante su cumpleaños 100.
La Reina Madre mantuvo una relación muy cercana con el Príncipe Carlos.
La Reina Madre fue, esencialmente, una mujer de familia. Detrás de toda la pompa y majestuosidad que rodearon sus deberes públicos, había una vida satisfecha que fue entristecida por los eventos de los últimos años.
No existe duda de que la Reina Madre reinventó la idea de una familia real activa. Su poderosa personalidad produjo muchos cambios.
La Reina Madre en 1946.
Isabel fue Reina Consorte durante 15 años.
El ideal de una familia real moderna sólo se hizo una realidad con el consorte de la Reina Victoria, el príncipe Alberto. Él infundió en sus numerosos hijos la creencia de que debían servir a la nación a nivel individual y como una familia modelo.
La temprana muerte de Alberto, en 1861, y la subsiguiente retirada de Victoria de la vida pública, redujo el rol de la familia real a apariciones en las grandes ocasiones estatales y en funciones sociales.
Sirviendo la nación
Al mismo tiempo nació un masivo movimiento republicano, el cual presentó la primera amenaza real contra la corona desde la guerra civil. Subsiguientes monarcas cumplieron con sus deberes, pero hicieron poco para regresar a la familia real al centro de la vida nacional.
La Reina Madre veía las cosas de una manera diferente. Nunca esperó ser Reina. La abdicación de Eduardo Octavo los impulsó a ella y a su esposo al primer plano, sin estar preparados para ello.
Ella nunca esperó ser Reina. La abdicación de Eduardo Octavo los impulsó a ella y a su esposo al primer plano, sin estar preparados para ello
Desde el día de su ascensión como Reina Consorte de Jorge VI, la futura Reina Madre dedicó su vida y la de su familia a servir a la nación y a apoyar al tímido rey en sus onerosos deberes como soberano.
Los esperaban tiempos difíciles. La Segunda Guerra Mundial trajo los horrores de los bombardeos relámpago a Gran Bretaña. El Rey y la Reina brindaron confort a aquellos que sufrieron los efectos de los ataques de la Luftwaffe.
Toda la Familia Real, incluyendo a las jóvenes princesas Isabel y Margarita, se quedó en Londres durante los bombardeos.
Muchos otros habían tomado la decisión de retirarse al campo o incluso a Canadá, pero la Reina Consorte permaneció durante toda la guerra en la línea de vanguardia con su gente. Y la gente no lo olvidaría.
Toque especial
Con la muerte de su esposo en 1952 y la coronación de su hija al año siguiente, muchos esperaban que la Reina Madre asumiría un papel más discreto. No fue así: ella continuó con sus deberes reales.
A través de más de 40 viajes al extranjero, caminatas entre la gente e innumerables discursos, la Reina Madre brindó su toque especial a miles de personas.
La Reina Madre en 1999.
Su vida fue entristecida por eventos en los últimos años.
Además, apoyó a su hija tal como antes había apoyado a su esposo. A través de su reinado, la Reina Isabel Segunda estuvo en contacto casi diario con su madre.
Las maneras tranquilas de la Reina Madre enmascaraban una voluntad fuerte y una comprensión profunda de lo que la familia real debía y no debía ser. Así mismo, patrocinó a más de 350 organizaciones, en cada una de las cuales tomó un activo interés.
Ella creía que si la gente iba a permanecer leal a la familia real, era porque la familia se iba a comprometer con la gente. Nunca antes la familia real había asumido tantos y tan diversos compromisos.
Abuela ocupada
Como abuela, la Reina Madre también jugo un activo rol, cuidando de sus nietos cuando la Reina se encontraba fuera, en asuntos oficiales.
Era particularmente cercana a Carlos, Príncipe de Gales. En los últimos años los dos fueron vistos a menudo juntos en compromisos reales.
Diana se fue a la tumba convencida de que la Reina Madre era la personificación de las fuerzas que estaban en su contra
La relación de la Reina Madre con la Princesa Diana fue más compleja. Inicialmente, las dos gozaron de buenas relaciones. La Reina Madre cobijó bajo su ala a la joven princesa, cuya posición como "forastera" de alguna manera reflejada la suya propia.
Sin embargo, luego del divorcio entre Carlos y Diana, la amistad se enfrió de manera considerable. Diana se fue a la tumba convencida de que la Reina Madre era la personificación de las fuerzas que estaban en su contra.
La Reina Madre fue consternada por la ruptura de cuatro matrimonios reales, pero los enfrentó a su propia manera, escogiendo, en una ocasión, no recordar que la princesa Margarita se había divorciado.
Silencia real
Famosamente, la Reina Madre guardó silencio sobre todos esos temas. Y sobre muchos otros. Incluso, su última -y posiblemente única- rueda de prensa, la concedió en 1923, poco antes de su matrimonio.
Sus nietos, particularmente el Príncipe de Gales, no se preocuparon por guardar silencio. El príncipe Carlos tiene puntos de vista firmes sobre temas que van desde el medio ambiente hasta la arquitectura y no es ajeno a la controversia.
El consejo y guía de la Reina Madre ayudó a la familia real durante tiempos difíciles y tiempos gozosos.
Aunque en la actualidad está atravesando por una serie de cambios radicales y no puede decirse que tenga el vasto apoyo popular de hace unas décadas, la actual familia real le debe mucho a la mujer que, en esencia, la creó.
LA OTRA BIOGRAFÍA | REINA MADRE
LA REINA MADRE QUE NO AMABA A LADY DI
Elizabeth Bowes-Lyon (1900-2002) reinó desde 1952, a la muerte del Rey Jorge VI. / No quería ser miembro de la Familia Real. / Aborrecía a Lady Di y apreciaba a Thatcher. / Biografía oficial. «Queen Elizabeth the Queen Mother», 1.096 páginas, está basada en la correspondencia de la Reina Madre.
20 sept. 2009
POR EDUARDO SUÁREZ
MADRE E HIJA. La Reina Madre, entonces reina consorte, y su hija Elisabeth, saludan desde el Palacio de Buckingham en mayo de 1937.
El Reino Unido le saca brillo estos días a la efigie incorrupta de la Reina Madre, devuelta súbitamente a la vida por una exhaustiva biografía autorizada de 1.096 páginas. El libro indaga en las mil y una caras del personaje: consorte en tiempo de guerra, conservadora militante, superviviente del cáncer, centenaria enternecedora y amante de los caballos, el juego y la ginebra con Dubonnet.
Como escritas con tinta fluorescente, destacan las páginas sobre su relación con la princesa Diana pero aún más el ominoso silencio de su biógrafo William Shawcross sobre los detalles más escabrosos de la misma. Lo más novedoso es una entrevista en la que la anciana expresa su «total repugnancia» por la decisión de Diana de lavar los trapos sucios en público. «Es siempre un error hablar sobre tu matrimonio», remacha durante la conversación, cuya única copia ha reposado hasta ahora bajo llave en los archivos del palacio de Buckingham.
En lo tocante a Diana, la otra gran novedad del libro es la revelación de que la princesa Margarita destruyó sacas llenas de misivas de su madre. Entre ellas, un fardo de cartas de Diana potencialmente peligrosas para los Windsor.
Shawcross despacha el asunto en cuatro o cinco párrafos. Al contrario que los periódicos británicos, que han indagado en el episodio y lo han reconstruido para el gran público. Así, sabemos que Margarita aprovechó que su madre estaba en Balmoral para fisgar en sus papeles a su antojo y seleccionar aquéllos que debía destruir con sus manos enfundadas en unos guantes de cocina.
La princesa se los llevó en sacas al palacio de Kensington y ordenó a su chófer, David Griffin, que los quemara en el garaje. Según recuerda Griffin, el humo era tan espeso que Margarita empezó a toser y tuvo que refugiarse en los jardines de palacio. «Debimos de quemar miles de cartas», rememora, «y recuerdo que era posible ver lo que se estaba quemando. Era como arrojar una cerilla en un libro de Historia. Podría haberme hecho millonario. Pero ahora ya es demasiado tarde».
La biografía de Shawcross esboza una imagen idílica de la relación entre la princesa de Gales y la Reina Madre, perturbada tan sólo en los últimos días de Diana a resultas de su separación y de su divorcio. Nada más lejos de la realidad. Al menos según quienes las trataron y las conocieron.
Es verdad que la matriarca de los Windsor dio una bienvenida cálida a Diana y llegó a regalarle un broche de diamantes antes de su matrimonio. Pero no es menos cierto que cuando todo saltó por los aires, fue la primera en ponerse de parte de Carlos. El hijo que nunca tuvo y el nieto que prefería sobre los demás.
Según los expertos, fue ella quien predispuso a Isabel II contra su nuera y quien disuadió a Carlos de cualquier intento de reconciliación. De Diana nunca entendió que «una chica de buena familia» pudiera haberse casado con el Heredero «sin comprender lo que eso implicaba» y en sus partidas de cartas solía dedicarle una frase tan retrógrada como venenosa: «Los hombres pueden tener amantes. Las mujeres, no».
Una cosmogonía antediluviana que remacha con una anécdota estremecedora el periodista Richard Kay en el Daily Mail: «Alguien le dijo una vez que era mejor para los niños que Diana hubiera muerto porque así no estarían en medio del fuego cruzado entre sus padres y la respuesta de la Reina Madre fue: "Ése es un comentario muy sabio"».
La antipatía de la matriarca de los Windsor por Diana no se tradujo simétricamente en simpatía desbordada por Camila. Al contrario. La amante de Carlos nunca le gustó y nunca vio con buenos ojos que se casaran después de la muerte de Diana. No era tanto una tirria personal como el recuerdo de los amores de su cuñado Eduardo VIII con Wallis Simpson y el peligro de que se repitiera el episodio de su abdicación en 1936. «Supongo que [Eduardo] se atontó con el amor», recordaba en una entrevista, «una no podía razonar con él, nadie podía. El Gobierno lo intentó, todo el mundo lo intentó. Lo único bueno es que al menos fueron felices».
Una felicidad que, sin embargo, la Reina Madre le reprochaba a su cuñado por anteponerla a sus obligaciones y a la razón de Estado. Nunca se reconciliaron del todo. Entre otras cosas porque ella no veía en su abdicación la circunstancia que propició su subida al trono, sino el principio del fin de la vida de su esposo, convertido de repente en Jorge VI y demasiado débil para las demandas físicas que se le exigen a un rey en tiempo de guerra.
Murió mientras dormía una mañana de febrero de 1952 y Churchill convenció a su esposa de que no se encerrara en los salones de palacio. Así fue como ideó para ella el título inédito de Reina Madre e inició el trabajo caritativo que ya no abandonaría hasta su muerte.
El nombre de Reina Madre nunca le gustó pero la acompañó como un chal durante más de medio siglo. El tiempo que sobrevivió al infortunio de su esposo, gracias a una longevidad blindada que le permitió sobrevivir dos veces al cáncer. La primera, tras serle extirpado un tumor en el colon en 1966. La segunda, fruto de un carcinoma en un pecho en 1984.
Procuró respetar la neutralidad inherente a la realeza, pero nunca escondió que sus preferencias estaban en la derecha. Odiaba a los laboristas y a los liberales y admiraba con reverencia a Margaret Thatcher. En los meses previos a la guerra, simpatizó con la política de apaciguamiento del primer ministro Neville Chamberlain y lo recibió como un héroe a su regreso de Múnich. Luego sus imágenes desafiantes durante la guerra inspiraron a los habitantes de Londres y les ayudaron a no perder la esperanza bajo los bombardeos.
Y sin embargo, si hay algo que define a la Reina Madre no son sus devaneos políticos ni las tiranteces de familia sino el listado de sus pecados veniales: su pasión por las cartas, su sed devoradora de ginebra y su amor desmesurado por las apuestas y las carreras de caballos. En 1996 emergió que había acumulado deudas de juego por valor de cuatro millones de libras. Las pagó sin sonrojo Isabel II como una hija ejemplar sin importarle que su madre recibiera una asignación anual de más de 600.000 libras a cuenta del contribuyente.
El lado oculto de la reina madre
Su biógrafo la muestra profundamente conservadora, extravagante en el gasto, opuesta a los laboristas
RAFAEL RAMOS
19/09/2009 06:25 | Actualizado a 21/09/2009 12:24
Si a los británicos se les piden dos palabras que definan a su difunta reina madre, la mayoría dice “ginebra” y “caballos”. Una nueva biografía autorizada de la aristócrata escocesa Isabel Bowes-Lyon pretende combatir sin embargo esos tópicosy dar la imagen de una mujer que ha sido arte y parte de la historia británica del último siglo, desde los bombardeos alemanes en la Segunda Guerra Mundial hasta el divorcio de Carlos y Diana, pasando por la abdicación de su cuñado Eduardo VIII.
La recién publicada biografía de Edward Shawcross, que con el beneplácito de Isabel II ha tenido acceso a la correspondencia privada de la reina madre, pone más énfasis en las sensaciones que en los secretos (a estas alturas hay pocos secretos en la casa de los Windsor). El objetivo es dar un aire lo más romántico posible a la figura de una dama que dijo tres veces que no a las propuestas matrimoniales del hombre al que llamaba Bertie (Alberto), y que de rebote se convirtió en Jorge VI.
Pero siempre hay algún esqueleto escondido en el armario. En este caso se trata de la revelación de que su hija la princesa Margarita se encargó un buen día de destruir todas las cartas entre la reina madre y la princesa Diana, que contenían revelaciones bomba sobre las turbulencias en el matrimonio del heredero de la corona y la intromisión de Camila Parker-Bowles como tercera en discordia.
Una biografía oficial y severamente censurada ofrece siempre más preguntas que respuestas aunque tenga más de mil páginas. Por ejemplo, si acaso veía alguna culpa o defecto en Carlos, su nieto favorito. El libro prefiere recrearse en asuntos que hacen menos cosquillas, como la angustia que le produjo darse cuenta de que su marido iba a ascender al trono como consecuencia indirecta del amor de Eduardo VIII por la divorciada norteamericana Wallis Simpson, y el temor de que tamaña responsabilidad fuera a resultar excesiva para un hombre bueno al que no necesariamente veía con un talento natural para ser rey.
La valentía de Jorge VI y su mujer Isabel en la guerra mundial, cuando decidieron permanecer en Inglaterra durante los bombardeos de la Luftwaffe, es un elemento fundamental en la popularidad no sólo de la reina madre sino de la familia real británica. La biografía cuenta el miedo que pasó cuando los proyectiles caían en los alrededores del palacio de Buckingham, y el dolor de visitar las casas y familias destrozadas del East End de Londres.
Ya se refiera a la guerra, al amor frustrado de su hija Margarita por Peter Townsend o a su exitosa batalla contra el cáncer de colon (murió en el 2002 a los 101 años), el libro muestra a una mujer profundamente conservadora, extravagante en el gasto —llegó a deber cinco millones de euros al banco—, recelosa de Felipe de Edimburgo, que detestaba a los laboristas, religiosa y optimista. Es verdad que la ginebra y los caballos fueron importantes en su vida, pero también hubo otras cosas...
Fuente










